8 de septiembre de 2014

d4

Confesión primera: te digo con todo mi amor y romanticismo que estás más buena que una mandarina de Torreón. Además, quiero que sepas que entre lo erótico y lo romántico, prefiero lo naturalmente espontáneo. 

Confesión segunda: sinceramente me parece que lo único bueno de todo este forzado inmovilismo —y no es poca cosa—, es que ya dejé, espero que para siempre, esa obsesiva compulsión narcisista de perseguir el éxito. Claro que me siento agotado y deprimido, pero, finalmente, estoy descansando y aprendí a no abusar de mí mismo ni a exigirme tanto.

1 comentario:

  1. Confesión tercera: nací en tiempos de calabacitas tiernas y me gusta comer las mandarinas con cacahuates, sobre todo en las tardes de invierno por que es la época en que los pájaros se duermen más temprano.

    Confesión cuarta: no hay mejor inmovilismo que quedarse bajo las sábanas un domingo por la mañana, con una taza de café y con el sol brillando en la ventana.

    Confesión quinta: te pareces a las hijas de Doña Melchora...

    Besos!

    ResponderEliminar