Viajar
sirve para levantar mugreros y hacer inventario. Siempre que me siento un poco
cansado o vacio, necesito vagabundear y escarbar en mi profundidad para volver
a ordenar mis rumbos; para reencontrar un lugar —siempre provisional— en el
mundo. Sigo de paso, como las aves. Nada me reconforta tanto como una buena
soledad. A fin de cuentas, es casi imposible entender lo que no existe, y por
eso lo mejor es que ya no le digamos mentiras a los niños.
1 de octubre de 2014
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